martes, 5 de febrero de 2008

Tal día como hoy...

Despiertas y descubres como aquello por lo que luchas casi no merece la pena. Tus parapados agotados reclaman sus minutos de descanso y tu mente se encuentra colapasada entre aquellos conceptos que te dicen que debes hacer y aquellos otros que te piden pensar en ti… No encuentras el sitio idóneo a tus sueños y la nube en la que danzabas felizmente comienza a desvanecerse ante tus pies… Disimular ya no vale tu esfuerzo y te diriges protestando hacia aquel lugar en el que no deseas estar… pero al que llegas con la mejor de tus sonrisas… Y los pequeños obstáculos que creías encontrar en tu camino, se convierten en trailers de pensamientos negativos sobre los que cruzar para llegar a un mismo punto… Desesperación describe tu estado de ánimo, aquel que se deteriora con el paso de los minutos, aquel que ayudas a empeorar con cada uno de tus actos. Y te repites constantemente que algo no funciona en tu vida, que ya estás harto de pensar que es cosa de la óptica con la que miras, que ya no quieres sonreír cuando lo que deseas es gritar, dejar de obviar todo aquello que te mantiene vivo y empezar a decir todo lo que no debería mantenerte en pie… Discutes contigo mismo, con tus amigos, con tus familiares y con todo aquel que te dirija la palabra, mientras te odias por no poder guardarte tus malos humos para tus momentos de soledad.. Pero piensas que no es justo, que la vida debería hacerte el camino más fácil… y aquí vuelves al mundo real. Imaginas cuantos pequeños desearían tener la tercera parte de lo que tu disfrutas, de cuantas vidas están destrozadas por algo más que un cúmulo de sensaciones y malos momentos y como la dimensión de tu sonrisa debería sobrepasar los límites del universo… Y todo vuelve a comenzar. Despertarás otro día con las mismas inquietudes y con el mismo mal sabor de boca y tras llegar al mismo punto de un día como hoy, las conclusiones no serán distintas… La vida continúa, hasta en los momentos que menos lo esperas.